Riguroso pero dudoso y espantoso oso

Proyektoria, presentó a Boris, un puntero robot creado usando la más alta tecnología. Entre todas las habilidades de Boris, destacaban su capacidad de bailar, actividad que por supuesto demostró en directo. ¿El único problema? El robot de alta tecnología era en realidad una persona disfrazada.

A las pocas horas internet ya era un hervidero de especulaciones, videos aprovechando otros planos y detallados análisis de sus movimientos. Una nota de prensa posterior confirmó las sospechas de todos: el robot era un señor disfrazado. La organización se escudaba en que en ningún momento se dijo que era un robot verdadero, aunque, para ser sinceros, era un foro de tecnología y tampoco dejaron ver lo contrario.

Lo interesante de esta historia, es que hubo mucha gente que dio por hecho que era un robot. La explicación a esto es sencilla, no sólo estábamos en un foro de tecnología, sino que lo que veíamos se parecía y se movía como un robot. Más o menos. Es decir, nuestro cerebro combinó los estímulos visuales y el contexto para determinar, esta vez erróneamente, que Boris era un robot. Y aquí surge la pregunta ¿Esto sólo nos ocurre a los humanos?

La respuesta es un rotundo no, no es exclusivo de humanos, y en este libro de Ciencia Idiota incluimos varios ejemplos, como el de unos escarabajos que se aparean con botellas de cerveza. Y cómo no es único de nuestra especie, verás que los doctores Reimers y Eftestøl de la Universidad de Oslo se aprovecharon de este fenómeno para poner a trabajar el lado más absurdo e idiota de la ciencia y disfrazarse (más o menos) de oso. Esto les permitió realizar una investigación bastante original (por no decir inusual) y alzarse a su vez con el premio igNobel de Ciencia Ártica de 2014.

Estos investigadores intentaban documentar y analizar el comportamiento de los renos frente a diferentes factores ambientales. En concreto, se centraban en ciertos aspectos derivados del cambio climático. El aumento de la temperatura o unas condiciones climáticas más extremas tienen un efecto en cómo interaccionan los animales entre ellos y con el medio: algunos animales se moverán a zonas a las que normalmente no irían porque no hay comida, otros emigrarán unos meses más tarde en el invierno, en ciertas zonas aparecerán animales que antes no estaban allí, etc.

En cuanto al comportamiento animal, esto puede tener grandes efectos. ¿Cómo sabe un animal que otro, que llega nuevo a la zona, es su depredador? ¿Sabrán los renos que deben huir? ¿o quizás la llegada de depredadores hará que colapse la población al no reconocerlos como amenazas? Para resolver estas preguntas, y muchas otras, nuestros investigadores hicieron las mochilas, y se fueron a una reserva natural en Noruega.

Tras tres semanas de trabajo de campo tenían bien documentadas varias interacciones de los renos con otros animales, entre ellas cincuenta interacciones renos-humanos, pero, lamentablemente, sólo una interacción renos-oso. Su único dato de oso sugería que sí que eran capaces de reconocerlo como depredador, y que iniciaban sus comportamientos de alerta y escape mucho antes que cuando veían un humano. Pero claro, era un único dato.

Conforme se aproximaban al final de su tiempo de expedición, y viendo que no iban a tener la suerte de ver más encuentros renos-oso, decidieron pensar cómo sobreponerse a este contratiempo y vieron clarísima la solución. Desconozco si fue por las frías noches noruegas, por la soledad de losinvestigadores durante días observando renos o por las ganas de acabar la expedición, pero les pareció una idea estupenda que uno de los dos investigadores se disfrazase de oso y fuese a asustar a los renos.

Si estás pensando en un traje de oso bastante realista, que, como ocurrió con Boris el robot bailongo, pudiese llevar al engaño, te equivocas. Improvisaron un traje de oso polar con ropa que llevaban en sus mochilas, consiguiendo algo más parecido a un muñeco de cierta marca de neumáticos que a un depredador. Pero ¿sabes qué? Funcionó.

La distancia a la que los renos se ponían en alerta y empezaban a escapar era mucho mayor con un señor disfrazado de oso, que con una persona vestida normal, es decir, lo identificaban como una amenaza y salían corriendo muchos antes. Además, para felicidad de los investigadores, los resultados obtenidos con la persona vestida de oso eran mucho más parecidos a los que vieron con el único encuentro con un oso real, que a los obtenidos al documentar encuentros con personas. Es decir, un experimento redondo.

Este, y otros experimentos menos divertidos, confirmaron que la mayor presencia de osos en la zona tenía un efecto bastante claro en el comportamiento de los renos, así como en el de otros animales. Esto, que puede parecer de relativa poca importancia tiene consecuencias muy importantes en todos los niveles: en la reducción o desaparición de poblaciones animales, los comportamientos reproductivos, la transmisión de enfermedades o en la entrada de animales en poblaciones humanas en busca de comida.

Aunque rudimentaria y hasta, si me lo permites, cutre, la investigación de Reimers y Eftestøl confirma que el ingenio puede ser un arma excelente cuando los recursos escasean. Eso sí, en caso de que se vuelvan a lanzar en una expedición similar, espero que les otorguen un presupuesto al menos suficiente para tener un disfraz mejor.